La palabra secreta
Sexo.
Una palabra que me obsesionó por mucho tiempo. En el colegio fui más tardía en casi todo. Me llegó la menstruación y di mi primer beso después que mis compañeras. Me frustraban mis tardanzas y me moría de ganas de vivirlo todo.
Al mismo tiempo y desde muy niña creía que tenía guardado el mejor secreto del mundo. Que había descubierto algo que nadie más sabía. Lo que no tenía nombre, ese placer inigualable que sentía al explorarme. Años después, supe que eso se llamaba masturbación y siguió siendo un secreto. Crecí en un ambiente en que la sexualidad era tabú y no recibí educación sexual excepto alguna vez que la profe de biología dijo sobre algo sobre prevención del embarazo. Sería todo. Luego pasó que mis amigas tuvieron sus primeros novios y experiencias sexuales. Yo tuve mis primeros acercamientos y no mucho más.
Cuando entré a estudiar Cine y tenía casi sólo compañeros hombres, lo que empecé a ver fue muy brutal.
Esos años empezó a correr por los computadores el p0rno mainstream. Imágenes de sexo sin tener en cuenta el placer femenino, puro coitocentrismo y cuerpos normativos. Violencia y brusquedad. Esto, sin quererlo, se transformó en la educación sexual que nunca recibí.
Veía escenas de sexo en las películas y la p0rnografía queriendo entender cómo las personas vivían sus sexualidad. Era lo que había disponible y lo tomé como referencia. Demoré un tiempo en darme cuenta que aquello que vi en tantas pantallas no se acercaba para nada a la realidad ni era lo que garantizaría un encuentro sexual placentero.
Mi vida sexual se basaba en complacer para que me quisieran. Y aunque disfrutaba de los encuentros, no lograba soltar el control y eso me impedía llegar a los orgasmos compartidos. Algo en mí no estaba habilitado para entregarse a esa rendición. Decidí empezar una travesía de sanación profunda. Entendí la importancia de la educación sexual y de los mensajes que muchas recibimos al crecer siendo mujeres. Los desafié y cuestioné.
Estuve medio año viajando por Asia conociendo su espiritualidad, templos y centros de meditación. Escuché allí por primera vez sobre el tantrismo. Luego volví a Chile y comenzó la pandemia. En ese momento empecé a estudiar sexualidad y tantra. Me inicié con la terapia de los huevos yoni. Mientras me acompañaba el yoga y la meditación.
Poco a poco fui desmantelando miedos e inseguridades y mi cuerpo se abrió a tener la sexualidad y los orgasmos que deseaba. Me hice una reverencia a mí misma. Esta ha sido mi revolución.
Esto es grande, esto cambia vidas, quiero compartirlo y dedicar mi vida a ello.
Continuará…